Y se van con su pregón los pechoños, de la familia y su propiedad.

[pullquote align=»left|center|right» textalign=»left|center|right» width=»30%»]El poder Mediático[/pullquote] En estos días (14/VII/2013) están por cumplirse 224 años del aniversario de la toma de la prisión,  La Bastilla de París, ocurrida el 14 julio de 1789, esto significó el inicio del cambio político en el mundo, y que aún no acaba porque los despotismos están presente en el mundo. Desde ese entonces la humanidad ha conocido, el socialismo, el comunismo, el capitalismo, el nazismo,  el fascismo y se enfrenta a otra guerra continuada y sin cuartel, creada por las oligarquías mundiales a todo nivel; «El poder Mediático». Nuevamente se advierte la pulsión discriminatoria en el horizonte, un “ellos” y un “nosotros”.

Hablar de Golpes de Estado, a estas alturas es ir hurgando en el propio vientre mismo del siglo XX, pareciera, a primera vista, que algo está fuera de lugar. Este mes de junio de 2013, se cumple un año del Golpe Parlamentario que truncó, las ansias del pueblo paraguayo. El editorial de hace un año nuestro sitio web titulaba; “La globalización de la palabra y el futuro de la democracia”, al leerlo usted verá como la memoria histórica nos deja un mensaje; “…todos los Golpes de Estado son similares entre sí, este «fiduciary blow o golpe fiduciario”. Después de todo, el contexto histórico latinoamericano en que se inscribe el Golpe de Estado y todas sus secuelas se remiten a un mundo que ya no es.

No obstante, la figura de los dictadores y su lamentable huella en la historia de Paraguay, del mundo contemporáneo no ha perdido, en absoluto, el interés teórico e indiscutible.

Demás está decir que estamos frente a personajes comparables al “archí villano” de historieta, lo mismo que Jack el Destripador, Hitler o en suma, una figura más creciente y de moda, como lo fue Judas Iscariote, arquetipo de la traición, que provoca la repulsión de gran parte de la humanidad.

A medida que transcurran los años y los paraguayos vayamos tomando distancia de estos trece meses que nos arrebato la ambición desmedida de la derecha liberal, y la hegemonía bi—partidaria sigan destruyendo de manera lenta nuestros derechos democráticos, más difícil será nuestro porvenir, que marchará emergiendo en lontananza la otra faz del gobierno de Fernando Lugo.

Como en la célebre novela de Joseph Conrad (1857—1924), cuya obra explora la vulnerabilidad y la inestabilidad moral del ser humano. Mientras más nos adentramos en eso años, —estos trece meses de gobierno franquista— más nos aproximamos al corazón de las tinieblas. El camino hasta aquí ha sido desolador, pareciera que toda la miseria humana se hizo realidad durante este periodo, el mal como un oscuro manto cubrió todos los rincones de este país, sometiendo a las víctimas, envileciendo a los victimarios.

Aunque algunos de sus protagonistas se empeñan hasta el día de hoy en defender lo obrado, justificando el robo, la traición, el dolo, el catastro no podría ser más elocuente. Lejos de estar ante una gesta heroica para salvar a la nación de algún presunto enemigo, surge el hedor de un grupo de sediciosos, que izando banderas, financiados por una potencia extraña, conjurados para el crimen por su mezquina ambición.

Lo anterior, sin embargo, no nos exime de un examen más acucioso del asunto. Tal como se ha señalado respecto de otras formas totalitarias, tal parece que toda satrapía no hace sino exteriorizar cierto talante colectivo que, en determinadas circunstancias, alcanza el rango de verdad absoluta y de normalidad. La paradoja ya ha sido señalada por varios autores de teoría política, aquella idea de que, finalmente, muchos adherentes a Hitler, eran, a su manera, creyentes Católicos, ejemplares padres de familia, buenos hijos y esposos, defensores de la propiedad, aunque fuera mal habida.

Así, la toma del poder por este grupo, que sin escrúpulos se hicieron de los mejores puestos del Estado, —los mejor remunerados— y usurparon el derecho al pueblo Liberal de elegir a sus propios candidatos a ocupar estos cargos, a más de Senadores, Diputados, Gobernadores, y a la Presidencia de la República, con triquiñuelas evitaron la renovación del Tribunal de Justicia Electoral de su propio partido, el Liberal. Esta es una realidad “exótica” o accidental del discurso histórico de esta época la del Dr. Federico Franco.

La población paraguaya de entonces, expresada en los distintos partidos y movimientos políticos, rechazo mayoritariamente al odio y la violencia, la mayoría de los hombres y mujeres de aquel tiempo no renunció a la democracia existente en nombre de un supuesto «retorno a la seguridad y la normalidad», decían los victimarios, la víctima fue Fernando Lugo.

Movimientos típicos de clases medias como las corrientes ligadas a la Iglesia Protestante, las tendencias social—cristianas, y los sectores liberales de la burguesía, escondidos al interior de los partidos mayoritarios, todos al unísono eligieron la solución, hacerse del poder y destituir al Presidente de la República. Lugo no se defendió, así evitó un baño de sangre.

¿Qué hace posible que la normalidad democrática bascule violentamente hacia los márgenes de la barbarie? Una primera respuesta podría estructurarse a partir de la siguiente argumentación: una élite política y económica de extrema derecha con la complicidad del Imperio azuzó a la población bajo el slogan “paraguayos junten odio”, es decir, bajo el hábil manejo de técnicas de propaganda de Joseph Paul Goebbels (1897—1945), pero no lograron que el rebaño dócil de ovejas se convirtiera en una manada de hienas capaces de la delación y el crimen directo o, a lo menos, en una caterva excitada y cómplice de atrocidades difíciles de comprender en otras circunstancias, el pueblo estuvo más unido que nunca.

Una primera objeción a este razonamiento es que sólo se hace visible una parte del problema, los propios Liberales votaron a Horacio Cartes, pues es innegable que una hábil propaganda precedió al macabro festín de junio del 2012, está más que demostrada la intervención extranjera en periódicos, partidos políticos.

En pocas palabras: está más que acreditada la UNASUR, que en un ágil pugilato desconecto a los golpistas, y los aisló, como los doctores hacen con el cáncer. Esta línea de análisis con pretensiones históricas – objetivas, suspende una sutileza. En el Paraguay de hace un año existían en forma larvada y latente todos los elementos que podrían desencadenar una tragedia, es decir: la democracia paraguaya contenía en sí su propia negación.

De algún modo, por espurio que fuese, una mayoría de paraguayos consintió en un momento dado que Fernando Lugo no fuera juzgado, nunca tuvieron argumentos firmes para hacerlo, así en una circunstancia tal, nadie es inocente; nadie podría alegar que no supo o no imaginó. Esa es la otra razón por la cual la aplicación del Juicio Político (Artículo 225.— Constitución Nacional) a Lugo fue legal, pero, al no darle oportunidad a la defensa, ellos lo convirtieron en un Golpe de Estado.

¿Sabe por qué? «…porque no dar derecho a una persona a la defesa, pasa a ser un delito de lesa humanidad…», esto lo dijo a medios de prensa el senador electo Hugo Richer, y este delito no prescribe. Por eso hablamos de «hurgando el vientre de este siglo XX», que una vez iniciado el delirio de la ambición, no hay límites éticos, morales y políticos, es el desenfreno de la barbarie, y la degradación.

Este carnaval del horror estatuye víctimas y victimarios, traza una línea arbitraria entre un “nosotros” y un “ellos”, los protagonistas de un juego fanático y perverso. La ideología, finalmente, es apenas la máscara que esconde algo mucho más profundo, lo monstruoso se hace norma.

La cuestión no es baladí, pues, en principio, nada garantiza que en el actual estado de cosas dichos rasgos sigan presentes en nuestra sociedad latinoamericana, y no sólo en Paraguay. Tal como aquella peste imaginada por Albert Camus, en su novela homónima, que concluye, precisamente, con una terrible advertencia: los gérmenes están siempre allí, esperando un momento de debilidad.

La única pregunta que cabe ante esta amenaza es: ¿qué impide, por un breve lapso, que el ritual se escenifique de nuevo? Los hechos históricos, con su pretensión racional de verdad, muestran hasta la saciedad que la razón democrática –forma decantada de la metafísica— no representa garantía alguna. Bastará recordar que todos los golpes de estado son, por definición “ilegales”, y que malgré tout, —a pesar de todo— como la opera de Jean Baptiste Poquelin, Moliere (1622—1673) invariablemente, se “legalizan” en cuanto acceden al poder.

En el caso de Paraguay, en una escena digna de Ubú Rey, —Ubu rey, drama en prosa y en cinco actos de Alfred Jarry, publicado en 1896— en donde los poderes del Estado proclama la legitimidad del golpe parlamentario. En nuestra línea de pensamiento, la cuestión central no es cuidar que los institutos armados se enmarquen en una constitución democrática sino mucho más ampliamente, cuidar que un pueblo entero se sienta tentado por un ritual contra un supuesto “enemigo”, sea que se trate de los judíos, gitanos, homosexuales, marxistas, negros, inmigrantes, islamistas o herejes de cualquier credo.

Quisieron instalar primero el odio, en el imaginario colectivo; «Los zurdos son malos, ya sea Chávez, Maduro, Bachelet, Correa, Fernández de Kirchner, y el odio contra el Brasil, y el pueblo venezolano, que es lo único que quieren es dejar establecido en el imaginario ciudadano. El odio es la respuesta básica de un individuo o una comunidad ante el miedo. El miedo nace allí donde se imagina una amenaza. Amenaza, miedo odio y violencia se imbrican íntimamente. En el límite, la política no ha sido sino un modo de administrar el imaginario poblándolo de amenazas, miedos, odios y violencia.

La razón democrática, con pretensiones universales de verdad absoluta corre el riesgo de devenir, justamente, su negación.

Los antecedentes de la lucha por los Derechos Humanos viene desde 1789 con la Revolución Francesa con la «Declaración Universal de los Derechos del Hombre» que orientados por la consigna de «Libertad, Igualdad y Fraternidad» hace que el «común», por primera vez en la historia asuma la dirección de su propio destino, perspectiva que sigue hasta nuestros días, puesta claramente como norte del movimiento de los trabajadores en 1870 –casi 100 años después- en la «Comuna de Paris». El COMUN irrumpe la historia una vez más con un programa definido y claro iluminado por las consignas de «Libertad, Igualdad y Fraternidad».

En estos días (14/VII/2013) están por cumplirse 224 años del aniversario de la toma de la prisión, La Bastilla de París, ocurrida el 14 julio de 1789, que significó el inicio del cambio político en el mundo, y que aún no acaba porque los despotismos están presente en el mundo. Desde ese entonces la humanidad ha conocido, el socialismo, el comunismo, el capitalismo, el nazismo, el fascismo y se enfrenta a otra guerra continuada y sin cuartel, creada por las oligarquías mundiales a todo nivel; «El poder Mediático». Nuevamente se advierte la pulsión discriminatoria en el horizonte, un “ellos” y un “nosotros”.

Los ejecutores de crímenes contra la humanidad no hacen sino poner en marcha la voluntad de un colectivo cómplice. Los empresarios paraguayos de hace un año, los gremios profesionales y amplios sectores de las llamadas capas medias concibieron al gobierno de Fernando Lugo como una amenaza a sus privilegios.

El punto es que nada excluye la posibilidad que ante una amenaza similar se volviese a actuar de manera análoga, en este sentido, la historia no enseña o enseña malas lecciones.

Con ocasión del affaire de todos los colores asistimos atónitos al renacimiento del discurso amenazante de la derecha paraguaya; «… sus legisladores se negaron a participar del ritual democrático en el Congreso, los más afiebrados querían reconstruir, la vieja proclama… «Dios, familia y propiedad», el servicio militar obligatorio, niños marchando con uniforme militar, (lea editorial de infoluque.com.py de hace un año atrás), en uno de los episodios más bochornosos de nuestra historia política, fue poner todo el Servicio Exterior del país al servicio de la OEA, con la complicidad abierta de personeros como el actual Secretario General de la OEA, José Miguel Insulza.

El odio, el miedo y la violencia son componentes esenciales en la ecuación del poder. Las formas democráticas encubren en el universo simbólico aquellas cicatrices que atestiguan lo que sucedió, pero al mismo tiempo prefiguran lo que puede volver a repetirse.

Diríase que la democracia no es sino una metafísica del poder en cuanto inviste de “valores racionales” y hasta espiritual a un mundo que, como observó Marx, carece de espiritualidad alguna. Este territorio que se extiende más allá de dichos “valores”, ese mundo de pesadilla que irrumpe cada tanto no es otro que el universo parafísico del Padre Ubú con su temible máquina descerebradora. Una pesadilla que puede tomar la forma cruel y sanguinaria de la tortura y el genocidio; o la forma ingrávida y soft del “sueño paraguayo”, una democracia mercantil y mediatizada en que el vacío y el absurdo se tornan influenciados y cotidianos.

junio 2013.

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