[pullquote align=»left|center|right» textalign=»left|center|right» width=»30%»]Intelectuales; No ignoren lo evidente[/pullquote]
Resabios de la visión neoliberal del mundo surgen en las opiniones de seudo intelectuales que se ven en los malls que pululan en América Latina, un signo de progreso. Por supuesto, es preferible para algunos ignorar lo evidente: las condiciones de explotación en que trabajan los empleados de comercio; el endeudamiento y las altas tasas de interés de las tarjetas de créditos de los consumidores potenciales y el impacto sicológico de las imágenes mentales que representan la asimetría opulencia-carencia con las cuales vuelven tantos jóvenes a sus guetos urbanos de las periferias de nuestra ciudad de Luque después de un paseo por los shoppings.
La Cámara Paraguaya de Supermercados (Capasu), clausuró en Luque el XV Congreso del sector y la Expo Capasu edición 2013, en la cual se escucho insistentemente; «…el desarrollo y revitalización de una ciudad se mide por la cantidad de supermercados que quieren instalarse en ella», además presentaron novedades y últimas tendencias en la adquisición de los productos. Por lo que averiguamos, estos conceptos parecen errados para los empleados que trabajan en los supermercados luqueños.
Al hablar de revitalización de Luque, nos recuerda que estamos en un país curioso, donde suceden cosas inexplicables, aunque esta no sea la primera y, lamentablemente, tampoco la última ocasión en que prevalezcan razones que la razón desconoce.
Sin ir más lejos, el recuerdo de Auguste Rodin (1840-1917), presentando una propuesta para un monumento a la Independencia en la Plaza de Armas de Asunción, proyecto que reboto y que, seguramente terminó en el escritorio del más famoso escultor francés del siglo XIX, esto debido a la abundancia de desnudos que molestaban a la moral pacata de la época, aparece como un fantasma que observa entre sonrisas apenas disimuladas, el tronco enclavado entre las palmeras del proyecto más reciente, que no tienen suelo para ser plantado en ninguna parte.
No es que Luque se sienta encantado para que varias cadenas de supermercados se instalen en nuestra ciudad, esto significa abrir la puerta para que los arquitectos de mayor renombre abran su imaginación al mundo del consumo, que se interesaran en concretar alguna de sus ideas en una de las ciudades más pobladas del país, cuyos ciudadanos no pueden pagar su precio de mercado.
Revitalizar la ciudad no significa abrir más locales de consumo, todos necesitamos consumir, pues, en el entender del Diccionario de la Real Academia Española, utilizamos comestibles perecederos u otros géneros de vida efímera para satisfacer necesidades o gustos pasajeros.
Pero la propia definición entra al campo de batalla al hablar de necesidades y gustos. Las primeras son permanentes y limitadas; los gustos son infinitos y adolecen de la triste capacidad que cuando se satisfacen, siempre aparece uno nuevo, la revitalización persiste en el tiempo.
Es claro que no es lo mismo consumo que consumismo, diferencia que separa las necesidades vitales de los deseos intrascendentes. La economía debiera preocuparse fundamentalmente de dar techo, educación, alimento y salud para todos garantizando un mínimo de justicia, de decencia o básico y vital. La política democrática debiera preocuparse de garantizar la dignidad de la persona humana, dándole las oportunidades y condiciones para que busque su felicidad.
REVITALIZAR LA CIUDAD
Es cierto que las características para revitalizar una ciudad, varían de una cultura a otra, o en distintos momentos históricos de una misma sociedad. Pero el sentido común para revitalizar una ciudad es perfectamente capaz de distinguir entre la necesidad, tener trabajo, de comer pan y tomar agua y de participar activamente en la construcción de la revitalización personal y de la polis, y no con el deseo de maltratarnos con caviar y champaña, sino que con colegios dignos, con maestros que no sufren necesidades por el «something established».
Estos últimos corresponden al mundo de los deseos de auto gratificarnos, hacernos la idea que vivimos en una ciudad desarrollada, con caminos de toda hora, agua potable de buena calidad, con un buen alumbrado público, sin asaltantes, en síntesis, emulando al rico, al deportista o artista de éxito que ostenta bienes superfluos; superando a nuestros vecinos que no han renovado el auto; igualándonos a los demás pues esta sociedad dice amar la igualdad pero discrimina enojosamente; aparentando una posición social más alta para conseguir un mejor empleo; compensando ese defecto físico o esa carencia afectiva que nos daña la autoestima; gozando de nuestro afán de novedad y de experimentación de placeres siempre nuevos.
Sin embargo el entendimiento corriente sobre su significado, la revitalización se ha distorsionado, tanto por el desconocimiento como por la intención de cobijar bajo ese alero conceptos que nunca formaron parte de su ideario.
La revitalización fue funcional a los momentos iníciales de la transición, a la cautela y moderación imperantes. Aquello incentivó su uso oportunista, adhesiones de circunstancia y ulteriores desarrollos que no tienen relación directa con la renovación originaria.
Como ya lo hemos dicho en otras ocasiones, la renovación postuló revisar y revitalizar el pensamiento de vivir en sociedad. No se propone reemplazarlo o renunciar a él, no es la negación de la identidad, ni coartada para aliviar la memoria de sus cargas negativas. Es siempre renovación y no simplemente revitalización.
REVITALIZAR EL AREA RURAL
Para revitalizar el sector campesino, la solución es bastante clara. Consiste sencillamente en dotar a cada barrio -empezando por los más pobres – de un colegio público gratuito de excelencia, donde los vecinos puedan enviar a sus hijos en la seguridad que serán muy bien educados, en las distintas artes del saber, incluyendo la agricultura.
Al mismo tiempo, Luque debe contar con universidades y otros establecimientos superiores, públicos y gratuitos, que aseguren el acceso a este nivel a todos los jóvenes, y ofrezcan una base sólida y estable a la investigación científica, innovación tecnológica y creación intelectual y artística.
Esto es lo que han construido los países desarrollados. También aquellos que han logrado salir del subdesarrollo y se proyectan como líderes en este siglo, que ya se adentro al cuarto de siglo. En toda América latina se avizora, hasta en los barrios más modestos y pueblos más pequeños, se aprecian los magníficos edificios de colegios y universidades públicas.
Más del 92% de los alumnos estudia en ellos. Una proporción similar del gasto educacional proviene del presupuesto fiscal. Algo parecido se verifica en todo el mundo desarrollado. Cuando esto suceda estaremos hablando de revitalización de una ciudad.
Así lo han dejado ver militantes políticos, sacerdotes y responsables sociales inmersos en los sectores considerados violentos y problemáticos. La necesidad de producir relación social obliga a los sectores político-sociales a inventar nuevas instituciones generadoras de identidades colectivas que funcionen según la lógica de la solidaridad y la transformación social.
El objetivo es hacer retroceder al mercado disgregador y su correlato autoritario -la implementación de una política represiva por parte de la tecnocracia política estatal-, las instituciones por construirse deben preservar la autonomía de lo social frente al Estado. Éste debe invertir de manera prioritaria en programas e infraestructura social para revitalizar la ciudad.
Noviembre 2013.-