El Cachupín, era también, el enemigo de España

[pullquote align=»left|center|right» textalign=»left|center|right» width=»30%»]»Cachupines» de oído fino, afelpado [/pullquote]
A nuestros Padres de la Patria les llamaban «Cachupines, componente cultural infaltable, destello del genio total americano, adorar los imperios, los consorcios, los millonarios del norte y del sur, ¡¡Vienen instalarse, nos darán trabajo!!, habla la prensa de la derecha, deliran sus dueños con la realeza y el dinero, tratan de imprimir en el pueblo lo bueno que son estos inversionistas ¡¡Qué suerte que tenemos!!. Así vamos cargando con ese estigma que han ayudado a crear. Para los intelectuales españoles de finales del siglo XX, no les molestan los imperios, algún día creen que ellos pueden llegar a serlo, para dominar una cosa exótica, la cosa, la lejana América.

1 La lengua siempre ha tenido doble filo. También las palabras «…Hijo de mi corazón» al criadito, y bastardo cuando sale de la casa, palabras destinadas a denigrar la condición social, la aparición de un mestizaje indeseable, fruto de la llegada de los esclavos africanos a las colonias españolas en América, y más tarde, dio otro tipo de matrículas ofensivas: mulatos, zambos, pardos, cuarterones, quinterones, y una variada gama que se extendía a morisco, albino, tornatrás, zambaigo, cambujo, albarazado, barcino, chamizo, jíbaro, tresalbo, lunarejo, rayado…y muchos más.

Todos estos “marcantes” eran, útiles en los mercados de esclavos para separar las distintas naturalezas de la mercancía humana, la mayoría provenían, de los mercados de caballos y bestias de carga.

Nuestro héroe el Gral. José de San Martín, era «peninsular», por ser nacido en América y de padres españoles, cuando en España se enteran que era el gestor de la Independencia de América, le llamarón «Cachupín», José Gaspar Rodríguez de Francia (1766—1840), político paraguayo, máximo libertador del yugo español, es el libertador de América, era un criollo, que al no ser reconocida su nacionalidad española, fue llamado «Cachupín» por los españoles residentes en América. No integro el parlamento español, por no ser reconocida su nacionalidad, eso por haber asumido el triunvirato militar que liberó gran parte de América.

Gaspar Rodríguez de Francia fue el único civil de la gesta libertadora de toda América, como intelectual de la época, siempre reafirmaba su antigua repulsión a la mediocridad, a la mulatez intelectual, a la estética que apenas se aminora hoy con una razonada indiferencia…

Mulatez parece ser un término acuñado por él mismo, y obviamente no va por el camino de la exaltación, como podría decirse “hispanidad”, o “indianidad”, sino por el del desprecio, como podría decirse “estupidez”, si queremos darle matices, como la incapacidad de entender la cultura, o no entenderla del todo, gracias a la insensatez mental a la estética.

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Fulgencio Yegros (1780—1821), militar y político paraguayo. Nacido en el seno de una rica familia criolla, combatió contra las invasiones inglesas al Río de la Plata (1806—1807). Aunque tenía sangre mulata, no se reconocía en él, porque poseía la “aristocracia del pensamiento”, que defendía como presupuesto intelectual y estético.

Pero la mulatez atribuida a los primeros tiempos de la colonia, tiene también otra cara reversa, y contraria. Es la de los polos políticos de nuestra política criolla, vástago de la borrasca en el que entran todos quienes tienen el signo de ascender y descender de esos hijos de encomenderos, de esclavos africanos, de soberbios nativos…, como muchas veces nosotros lo reconocimos de cuando en cuando y de vez en vez.

Nuestra derecha criolla, encastrada en todos los partidos políticos, adora los imperios, mientras que nuestra izquierda los aborrece y rechaza, como decía el canciller de la República Federal de Alemania (1969 — 1974), Willy Brandt, en su libro «Mi camino hacia Berlín», «…todos los imperialismos son el mismo perro, con distinto collar», América pide el fin del imperialismo en América, los progresistas en Paraguay piden en sus escritos, como una mezcla que viene a representar toda una deslumbrante explosión creativa en el nuevo continente.

A nuestros Padres de la Patria les llamaban «Cachupines, componente cultural infaltable, destello del genio total americano, adorar los imperios, los consorcios, los millonarios del norte y del sur, ¡¡Vienen a instalarse, nos darán trabajo!!, hablan los diarios de derecha, deliran sus dueños con la realeza y el dinero, tratan de imprimir en el pueblo lo bueno que son estos inversionistas ¡¡Qué suerte que tenemos!!.

Así vamos cargando con ese estigma que han ayudado a crear. Para los intelectuales españoles de finales del siglo XX, no les molestan los imperios, algún día creen que ellos pueden llegar a serlo, para dominar una cosa exótica, la cosa, la lejana América.

Componente cultural infaltable, destello del genio total americano, adorar los imperios, ¡¡Viene su majestad el futuro Rey!!, hablan los diarios de derecha, deliran sus dueños con la realeza, tratan de imprimir en el pueblo lo bueno que son estos regímenes despóticos, fíjese usted, que es contrario a lo que soñaron nuestros padres de la patria, que era una patria para todos, y por el contrario, más bien parte del estigma.

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Y decimos que hemos progresado, leemos los escritos de Eduardo Galeano, «Las venas abiertas de América», todo nos representa una condición exótica, criolla, una manera diferente, caprichosa, de ver el mundo, resultado de una naturaleza atávica.

La derecha política se hace más visible, en su lucha por alejarnos del heroísmo de nuestros mayores en la Independencia Patria, se encarga de acercarnos a los colonialismos e imperialismos que tanto daño nos han hecho, tratando de separarnos de nuestros hermanos del MERCOSUR.

A nuestros héroes les llamaban en España; «Cachupines de oído fino, afelpado» en la época de la gesta independentista, todos ellos con un solo afán, luchar para dejarnos un suelo libre de amos, sin embargo, la derecha se empotra en dejarnos una tierra de moros, nos dicen que es lo mejor que nos pudo haber pasado.

Como cuando en el pasado el poeta andaluz Salvador Rueda, aún cuando Andalucía, tierra de moros, siguiera siendo el modelo de lo exótico para los escritores franceses: toreros, gitanas, cuchilleros, contrabandistas, desde el otro lado de los Pirineos, no toleraban que España fuera vista más como parte de África que de Europa.
No se han preguntado nuestros «Cachupines» ¿cómo nos ven? Coincidimos con Rueda en atribuir a los moros el don de la imitación como uno de sus defectos, Moros y Cristianos, fiesta que se celebra los días 22, 23 y 24 de abril en numerosas localidades españolas, y que conmemora la intervención de san Jorge en una batalla entre moros (musulmanes) y cristianos el año de 1275, que está lejos de reconocer cualquier identidad con ellos.

La humanidad no ha podido aún ver su ingenio. El talento mismo es en ellos escaso, fuera de ciertas especiales disciplinas, a las cuales se adaptan su agilidad y su don de imitación…, dice en Los hijos de Cham.

Desconcertados por la imitación, algunos izquierdistas contemporáneos se asombran de los atrevimientos que se cometen, y no ven en ellos sino un calco de como en todos los países americanos se procede de la misma forma, con los contras en Nicaragua, con Salvador Allende en Chile, pronto le tocará, a Bolivia, Ecuador, u a otro país, esta vez, los imperios nos están usando para molestar a nuestros vecinos, que, al final, como sean, son nuestro vecindario y no tenemos más remedio que llevarnos bien con ellos. Es el vicio mulato, el amor por la moda, el vicio mulato de la imitación, el Cachupín, incitándolos al asombro desconfiado.

La virtud de revolverlo todo, de vestir sus versos de manera extraña, de poner sátiros y bacantes al lado de santos ultrajados y vírgenes piadosas, de hallar gusto en los colores contrastados, el oído mágico para ver terroristas y otro no menos mágico para implantar el miedo, sonsacar vocablos de otras lenguas para tener justificaciones, hacer que el oropel tenga la apariencia del oro y que los decorados tengan sustancia real, la lujuria como goce y como pecado, el acaparamiento goloso de todo lo exótico, la obsesión por la forma y la búsqueda sin fin de un estilo, «…ese ego yo persigo una forma que no encuentra mi estilo» dice Federico el breve, ¿Qué era él, acaso la estupidez, vista desde el otro lado, el lado del servilismo revuelto y creador?

En son los gustos de los bravos. Pero también gustos de indios tristes, y de colonialistas imperialistas fantasiosos. Los mundos descubiertos e iluminados por el conquistador de revueltas, incandescencias que no podían dejar de ser repetitivos, loco de armonía, el nativo, el campesino triste, huraño callado, que le quieren hacer buscar los paraísos artificiales en el ajenjo, son el español peninsular, “muy siglo dieciocho y muy antiguo”, que cuida sus manos de marqués, a la vez empecinado inventor de quimeras. Figuras cambiantes y superpuestas que giran triples frente a una linterna mágica.

Agosto 2013.

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