[pullquote align=»left|center|right» textalign=»left|center|right» width=»30%»]Armonizar; fe y razón [/pullquote]
Para el cristianismo, el problema es más difícil, porque tiene que contar con el «fomes peccati», secuela del pecado original, rescoldo de movimientos desordenados que, sin embargo, en sí mismos, no constituyen pecado. Y, por otra parte, tiene que ahuyentar también a las tentaciones. Que a pesar de todo, el gran sentido ascético y el gran sentido de la unidad humana se inclinan a juzgar que el hombre asistido de la gracia puede, mediante una vigilancia elevada a hábito, prevenir un movimiento desordenado antes de que nazca, esto si tiene una imagen de fe.
Acompañando el recogimiento de Semana Santa, la Municipalidad de Luque y la Secretaría de Turismo Municipal, a cargo de María Gloria Alarcón, secretaria de turismo y el Consejo Pastoral del Santuario Nuestra Señora del Rosario, a cargo del Monseñor Zacarías Martínez, quedó habilitada una exposición de «Arte Sacro» en el Salón Francisco Parra, ubicado en el segundo piso del Santuario luqueño.
Las reliquias representan armonizar fe y la razón, naturalmente, sólo un análisis casuístico y a la vez introspectivo que podría establecer la imputabilidad de cada una de las imágenes de más de 200 años de antigüedad o en casos en donde hay muestras que presentan una colección de imágenes que pertenecen a varias familias luqueñas. Además exponen también indumentarias y joyas de las imágenes. Esos actos que se mueven en el límite indeciso de la deliberación y la indeliberación.
En la muestra se recordó a Andrea Meza Salas, (1918—2011) más conocida por «andreita» una artesana matricera en cera, una de las primeras diseñadoras de imágenes del país, diez lustros vistió a la Virgen del Rosario de Luque, hasta que su avanzada edad le impidió seguir realizando este oficio, que con más placer hacia, adornar a la Virgen en su día.
Siendo nuestra contemporánea, «andreita» conoció esta época del racionalismo y también del apogeo de la teología moral, que tiende a limitar la imputabilidad a actos que proceden de la pura razón, porque, así como desde la antigüedad se ha afirmado en realidad una mera unión accidental del alma y el cuerpo y se piensa que el alma y la razón son términos sinónimos, el hombre con todo el conocimiento con que cuenta no ha podido determinar; ¿Porque la gente es buena?, a pesar de ser sólo los actos «racionales» (no ya deliberados, sino discursivamente deliberados) son actos propiamente humanos.
En Paraguay son conocidos los movimientos que hubo, ya que algunas expediciones oficiales desde los comienzos del siglo XVI. Con respecto a las expediciones de bandeiras, las hubo que sobrepasaron dicha frontera y otras fueron expediciones oficiales camufladas.
Las entradas fueron expediciones que partían de puntos del litoral de Brasil, como São Vicente, Río de Janeiro y Bahía (actual Salvador), explorando, frecuentemente sin éxito, el interior del país, sobre todo en busca de metales preciosos. En el siglo XVII, la principal entrada fue la de Pedro Teixeira, que entre 1636 y 1638 exploró el río Amazonas y propició la reivindicación territorial de esta región por parte de Portugal.
Estas fueron expediciones originarias de São Paulo, dirigidas por experimentados exploradores del interior del país (los bandeirantes), quienes contaban con la colaboración y sumisión de los indígenas.
Hubo varios ciclos o tipos de bandeiras: el de la caça al indio, (cazar al indio) que consistía en el apresamiento de indígenas del interior de São Paulo, llevados posteriormente a vivir a las misiones jesuíticas españolas de Guairá, Tape e Itatim.
Los bandeirantes más destacados de este ciclo fueron Antonio Raposo Tavares y Manuel Preto. En las bandeiras de “sertanismo por contrato” (establecidas para la exploración del interior brasileño, el Sertão) los bandeirantes eran contratados por el gobierno del Reino del Brasil para combatir el llamado quilombo dos Palmares (gueto de una comunidad de negros rebeldes, esclavos fugitivos) y las grandes rebeliones indígenas.
Las ‘bandeiras del oro’ consistían en la exploración de regiones auríferas de los actuales estados de Minas Gerais, Goiás y Mato Grosso. Entre estas últimas destacaron los bandeirantes Fernão Dias Pais, Manuel Borba Gato, Bartolomeu Bueno da Silva (Anhanguera) y Pascoal Moreira Cabral.
Las principales consecuencias del movimiento bandeirante fueron: la expansión de las fronteras brasileñas en tierras pertenecientes a España desde la firma del Tratado de Tordesillas y el asentamiento de poblaciones urbanas, a causa de la exploración de oro y diamantes, en ciudades como Ouro Preto, Sabará, Mariana, Diamantina, en el estado de Minas Gerais; Vila Boa, en el estado de Góias; y Vila Bela, en Mato Grosso do Sul.
Fue cuando se produjo el desbande de las poblaciones, tanto religiosas como seculares por la conciencia de la impotencia ante el azote del oriente que engendró el pánico. Los grandes éxodos de los pobladores y neófitos dejaron abandonada la rica e inmensa comarca paranaense al poder de los «bandeirantes» y, por lo tanto, a la dominación portuguesa.
Dos corrientes de emigración humana nacieron de aquella Provincia azotada: una religiosa y otra secular. La primera inició la huída y luego la otra ya contaminada por el pánico y poseída por el sentimiento de la debilidad y de la impotencia.
Pero ambas tomaron rumbos distintos. La población de neófitos, encauzada por sus directores, los padres, hacia el sud buscando refugio al otro lado del Yguazú, en la Mesopotamia paranauruguaya, y la española hacia el oeste en busca del amparo y protección de la capital de la conquista, la ciudad de la Asunción, cabeza de la Provincia.
Y con muy poca diferencia de tiempo. Devastadas las reducciones donde un rumoroso colmenar de pobres autóctonos se agrupaban en torno a sus jefes religiosos, dejando sus selvas milenarias y abrazando ideas civilizadoras, les tocó el turno, después, a los núcleos seculares de desteñidas creencias religiosas, en la huida se traía consigo su santo ará, como una forma de protección, hacia el invasor, que le perdonaba la vida al ver que era converso.
Tratado de Tordesillas (1494), ya estipulaba que quien poseyera una imagen ya era un cristiano y no debía ser molestado. Cuando los mamelucos avanzaban hacia Loreto y San Ignacio, después de haber terminado con las reducciones de Tibaxíba, Tayaotí y Huybay siglo XVII, arriba, los padres solicitaron el auxilio de los pobladores de la Villa Rica, pero los villarriqueños se declararon impotentes para la resistencia (*).
Entonces el Superior de las reducciones, el P. Antonio Ruiz de Montoya asumió la responsabilidad y dispuso la emigración en masa y el abandono de aquellas prósperas poblaciones, Loreto y San Ignacio, que contaban con iglesias «mejor adornadas que las de Tucumán y Paraguay», según el P. Techo.
Vamos a seguir al P. Techo en la descripción que hace de aquel éxodo. Cargaron los padres en las barcas preparadas en el Paranapané los púlpitos, confesionarios, altares, imágenes de santos, útiles del culto, los equipajes de ellos y de los neófitos, en fin, todo lo que podían llevar y embarcaron en Loreto, a novecientas familias y en San Ignacio, a ochocientas a las cuales fueron incorporándose en el camino muchísimos otros conversos.
Lo que en una teoría de la ética nos importa señalar el contraste, a este respecto, entre la época moderna por un lado antes de la era comun, y Aristóteles, el cristianismo y la Escolástica antiguos y la psicología actual de la moralidad por el otro.
Aristóteles, por ejemplo, pensaba que los malos movimientos que surgen en el alma constituyen ya una cierta imperfección, aunque sean reprimidos por ella: justamente por esto, tal sojuzgamiento o egkrateia no constituye virtud, sino solamente semivirtud. Le falta aquietamiento de la parte racional del alma, le falta la armonía interior.
Para el cristianismo, el problema es más difícil, porque tiene que contar con el «fomes peccati», secuela del pecado original, rescoldo de movimientos desordenados que, sin embargo, en sí mismos, no constituyen pecado. Y, por otra parte, tiene que ahuyentar también a las tentaciones. Que a pesar de todo, el gran sentido ascético y el gran sentido de la unidad humana se inclinan a juzgar que el hombre asistido de la gracia puede, mediante una vigilancia elevada a hábito, prevenir un movimiento desordenado antes de que nazca, esto si tiene una imagen de fe.
La complejidad con que consideramos la naturaleza de Dios y la creación, el libre pensamiento y el problema del bien y del mal, tuvo una gran influencia en filósofos cristianos, como santo Tomás de Aquino y san Alberto Magno.
Pero, —siempre habrá un pero — la utilización de un método alegórico, aplicable a la interpretación bíblica, que minimizaba el antropomorfismo, ha sido condenada durante varios siglos por muchos rabinos y clérigos ortodoxos; las cuestiones conflictivas del pensamiento han perdido relevancia en la época moderna, que a pesar de todo, seguimos estudiando a Maimónides (1135—1204).
Esta es una muestra clara, de que en este mundo cabemos todos, con nuestros dioses y nuestras creencias.
marzo 2013.—
(*) «Historia de la conquista del Paraguay», por el P.P. Lozano.
Lectura Adicional
Volverlo a Ver
¿Y nunca, nunca más, ni en noches llenas
de temblor de astros, ni en las alboradas
vírgenes, ni en las tardes inmoladas?¿Al margen de ningún sendero pálido,
que ciñe el campo, al margen de ninguna
fontana trémula, blanca de luna?¿Bajo las trenzaduras de la selva,
donde llamándolo me ha anochecido,
ni en la gruta que vuelve mi alarido?¡Oh, no! ¡Volverlo a ver, no importa dónde,
en remansos de cielo o en vórtice hervidor,
bajo unas lunas plácidas o en un cárdeno horror!¡Y ser con él todas las primaveras
y los inviernos, en un angustiado
nudo, en torno a su cuello ensangrentado.Gabriela Mistral