[pullquote align=»left|center|right» textalign=»left|center|right» width=»30%»]Medios populistas (III)[/pullquote]
Mientras el profesor percibe a la izquierda «confrontadas en sus versiones urbana y rural» La candidata a senadora por el FG, Esperanza Martínez, al hablar de un candidato bueno en la red social, con referencia a Fernando Lugo, partidarios de la derecha, —como la división que pretende hacer el profesor—, quieren instalar la idea de «los buenos y los malos paraguayos», a eso apunta el comentario del sociólogo profesor de la Pontificia Universidad Católica de la Asunción, en su comentario al diario U. Hora.
Cada época se reconoce en una cierta configuración de medios que va delimitando su imaginario social. Así, durante el siglo XX se reconocen, a lo menos cuatro periodos: prensa y magazine hasta los años veinte, luego cine y radio hasta la década del ´60 año que se que inaugura la era de la televisión y, más recientemente la irrupción digital de los noventa hasta nuestros días, y por último la Internet desde el 2002 (infoluque.com.py, aparece el 2004).
Llama la atención que, al igual que a principios del siglo XX, hoy la concentración en la propiedad de los medios es casi total. Los canales de televisión, la gran prensa diaria, las revistas y no pocas estaciones de radio están controlados y estrechamente ligados al mundo empresarial que se expresa políticamente ligado al conservadurismo. En pocas palabras: el control casi monopólico de los medios de comunicación en Paraguay lo ejerce la derecha.
Entonces sostener que la izquierda aún no supera la inmadurez, como lo afirma en el diario Ultima Hora, el profesor Raúl Zacarías Fernández, de la Pontificia Universidad Católica de Asunción, que sostiene; «… el grado de consolidación de la izquierda en Paraguay sigue siendo incipiente y están confrontadas sus versiones urbana y rural» (diario U. Hora 13/3/2013), es todo un mito destinado a la división de esa incipiente izquierda que menciona.
Mientras el profesor percibe a la izquierda «confrontadas en sus versiones urbana y rural» La candidata a senadora por el FG, Esperanza Martínez, al hablar de un candidato bueno en la red social, con referencia a Fernando Lugo, partidarios de la derecha, —como la división que pretende hacer el profesor—, quieren instalar la idea de «los buenos y los malos», a eso apunta el comentario del sociólogo profesor de la Pontificia U. Católica de Asunción, en su comentario al diario U. Hora.
Mundo feliz el del profesor Fernández, en el que ya nadie lee ni le importa el arte o la literatura, menos aún cultivar relaciones amigables pues hay que ser competitivos, vale decir, mirar al otro como un enemigo a destruir.
Dicho esto, se desprende fácilmente el enorme logro político alcanzado por el candidato de Avanza País, a la presidencia de la república, Mario Ferreiro, que sin siquiera haber llegado a ser presidente siquiera de una ¡¡junta vecinal!!, o mejor dicho, sin tener ningún logro ciudadano, la derecha lo ha elevado a los primeros lugares de votación del país.
Esto se suma al logro de la izquierda que se enfrenta a esta enorme maquinaria propagandística que ofrendan mártires en toda esta larga historia de los paraguayos campesinos por construir la justicia y, cómo no, al de los que despertaron el sueño colectivo del derecho a ser ciudadanos activos y educados.
Al profesor le sorprende la «baja intensidad entre sectores de la izquierda agrupados, por un lado en el Frente Guazú (FG), embanderando a Aníbal Carrillo Iramain, uno de los más reconocidos militantes por el Partido Febrerista, reconocido por su trayectoria en las luchas sindicalistas y actualmente líder del Partido Tekojoja.
Y por otro en Avanza País, no le sorprende al profesor y sociólogo Raúl Zacarías Fernández, director de la carrera de Ciencias Sociales de la Universidad Católica, la marginación que sufren estos grupos, solo por pensar diferente, puesto que el grado de consolidación de esta corriente política «sigue siendo incipiente» en el Paraguay, según su análisis» como se menciona en el diario.
Para la izquierda, la imposibilidad de negociar colectivamente de forma asociativa, evitando que los electores se unan en sus demandas laborales, es parte de estos mecanismos institucionales que permiten ejercer brutalmente el poder para concentrar la riqueza.
Pero esto es «Más viejo que el hilo negro»: dividir para reinar. A esto se unen ilusa —o más bien sádicamente— en el nombre de las modernas teorías económicas, del cambio tecnológico, de la responsabilidad social, que ha probado pertenecer a la especie de los reptiles de sangre fría por su total indiferencia ante el dolor del hombre pobre de nuestra tierra.
Mahatma Gandhi (1869-1948), líder nacionalista indio que llevó a su país a lograr la independencia mediante una revolución pacífica decía; «Lo más atroz de las cosas malas de la gente mala, es el silencio de la gente buena” y al parecer esto nos está pasando.
La cárcel está llena de gente que ha causado menos dolor y sufrimiento que este
tipo de políticos y tecnócratas. Y no es broma ni tampoco ironía, puesto que uno solo de estos niñitos que tome una decisión como lanzar las privatizaciones antes de tiempo o privatizar una empresa que provocará el despido y la cesantía de miles de trabajadores, es causa de mucha violencia, agresión y dolor, mucha de la cual se traduce en crímenes y violencias inexplicables. Entregarle decisiones importantes a estos «especialistas» suele ser más peligroso que cruzar un campo minado.
Así, el control mediático ejercido por los sectores más conservadores es un dispositivo central en la conformación del imaginario social en que estamos inmersos y que hoy toma el tinte de una sociedad de consumo. Paradojalmente, los sectores más progresistas de la sociedad Paraguay han renunciado, en la práctica, a elaborar una política mediática mínimamente consistente.
El resultado es que durante casi dos décadas de “democracia”, el imaginario conservador lejos de apagarse como algo extemporáneo se ha ido acrecentando en la sociedad Paraguaya.
Se van abriendo —parafraseando a Sartre— los caminos de la libertad, van sentando las formas de asociación y lucha sindical que nos debería llevar, esfuerzo y trabajo responsable de por medio, a debilitar de manera importante los mecanismos de poder que han instalado en la sociedad, la mayor desigualdad que recuerde nuestra historia económica.
Aún queda un largo y fatigoso camino por delante, están recién recuperando el tono muscular, el deseo de no sentirse siempre derrotados por el poder asimétrico y desequilibrante de los señores feudales.
No obstante, el logro político de los campesinos y gente trabajadora, ha sido un aporte de esperanza y renovación para la dignidad humana de los paraguayos tan venida a menos por estos días.
Si revisamos los “grandes temas” sociales y culturales que han ido instalándose entre nosotros, podemos observar que éstos no han sido, precisamente, aquellos que se esperarían en un país que viene saliendo de un régimen dictatorial: impunidad, derechos humanos, pobreza, exclusión, medio ambiente, salud, educación, vivienda, y un largo etcétera.
Por el contrario, los medios de comunicación masivos, prensa radio y televisión, actuando como un soterrado “bloque de derecha”, ha impuesto otro itinerario. Una agenda que, casualmente, coincide punto por punto, con los intereses políticos y económicos de la derecha Paraguaya ligada al antiguo régimen dictatorial y a los sectores conservadores de la sociedad que incluye a la Iglesia Católica.
Así, lo mediáticamente relevante ha sido: la delincuencia y la seguridad ciudadana, el uso del preservativo, la corrupción de la función pública y cualquier escándalo o fracaso oficialista del momento, pero no ha sido un análisis de la negación con que se castigó a los sectores de izquierda a no poder expresarse libremente.
Notemos cómo, en términos generales, los sucesivos gobiernos colorados son iguales a los liberales, han sido “mediáticamente vulnerables”, al punto de corregir sus políticas según los dictados de la prensa y los estados de opinión generados por ésta.
El resultado está a la vista: ayunos de medios de comunicación, es tal el desprestigio que recae sobre todo reclamo político, que el gobierno y toda forma de pensamiento de los izquierdistas que en el Paraguay actual, existe un clima hostil y adverso a cualquier pretensión de profundizar la democracia.
Es de lamentar que, hasta la fecha, las políticas culturales de los distintos gobiernos —ciegos al mundo de los medios de comunicación— sólo haya privilegiado en el Banco Central, demagógicamente el folclorismo de postal, las retóricas de museo y los carnavales bulliciosos. Cuando en el mundo se impone la voraz híper industrialización de la cultura. Paraguay, con su tradicional provincianismo, sigue sumido en la dictadura de sus propios miedos y prejuicios a los cuales tiene la desvergüenza de llamarles “grandes valores”.
Pocas veces antes Paraguay ha conocido una configuración mediática tan oscura y desoladora como la presentada por la TV en los debates de más de dos horas, el 17 y 24 de marzo. Las consecuencias de largo plazo son inquietantes: el “clima cultural” generado por unos medios que se presentan homogéneos a la hora de tratar la información, hipertrofiando el “entertainment” hasta lo grotesco, tiende a conformar culturas totalitarias de pensamiento único y sociedades elitistas y degradadas, políticamente conservadoras y, en el límite, consumistas, xenófobas y profundamente ignorantes.
marzo 2013.—
Lectura Adicional
Una dispensa olvidada: Pluralidad y diferencia.
Con la caída de la dictadura de Stroessner la distinción entre totalitarismo y democracia que había servido como principal frontera política discriminatoria de la dicotomía amigo—enemigo (diferencia) produjo una profunda desestabilización de la sociedad que afectó el sentido mismo de la democracia; pues la identidad de esta (democracia) depende en gran parte de la diferencia que se había establecido respecto (a la oposición) del Estado que la negaba en sus hechos de Gobierno.
Años después de la caída de Stroessner no se redefinió la identidad democrática, hecho que solo puede realizarse a través del establecimiento de una nueva frontera política. Solo si se reconoce lo intrínsecamente inestable del antagonismo en la arena política, se puede captar la amplitud de la tarea de toda política democrática.
A fuerza de querer privilegiar el “vivir conjuntamente”, propio de la polis, dejando de lado el pólemos; es decir, el antagonismo y el conflicto; en ese instante fue que se perdió en nuestro país la posibilidad de aprehender lo especifico de la política democrática.
Se perdió la diferenciación pluralista de los partidos políticos, se dejó de lado la condición de existencia de toda identidad, que es la afirmación de la diferencia, la determinación política de la existencia del acto; de allí, de ese hecho lamentable, los partidos políticos fueron perdiendo vigencia ciudadana, tanta fue la perdida que hoy tenemos en un foro, arreglado por los empresarios, de todos los linajes, coartando la opinión de un grupo de ciudadanos. Las preguntas nacían de los propios empleados de los empresarios y no de periodistas profesionales, quienes se habrían negado a ser «los sepultureros de la democracia».
De ahí la existencia de una sola ideología, la absoluta igualdad de opiniones, de políticos en general. No existió el debate, el cambio de ideas, no fue permitido, nada de antagonismos progresistas.
Este desconocimiento de la dimensión antagónica de lo político por la falta de cultura política, impuesta por la derecha, más que nada ignora que esta consiste siempre en “domesticar” la hostilidad y neutralizar el antagonismo potencial que acompaña toda construcción de identidades colectivas.
El objetivo de una política democrática no reside en eliminar las pasiones ni relegarlas a la esfera privada; sino en movilizarlas y ponerlas en escena de acuerdo con los dispositivos institucionales que favorecen el respeto al auténtico pluralismo y no ese carnaval amorfo, desteñido de “todos iguales” que actualmente constituyen nuestros partidos políticos.
Bajo la hábil batuta de unos pocos dirigentes del oficialismo liberal desapareció el antagonista. Hoy, el adversario obra nada más que impulsado por los bajos instintos personales de dividir «confrontando sus versiones, urbana y rural» de la figuración y la posibilidad de una riqueza sin trabajo, solamente siguiendo su libreto de comparsa; así terminaron llegando al gobierno.
La vida política nunca podrá prescindir del antagonismo, pues atañe a la acción pública y a la formación de nuevas identidades colectivas.
Esto tiende a construir en nosotros en un contexto de diversidad y conflicto, por eso se debe volver a ella, a la auténtica política, destruida por la incultura y la «cerril barbarie» de la actual clase política.
Creemos firmemente que por desconocimiento teórico, por un lado, por analfabetismo cultural, por otro y por el abandono de una ética del compromiso y de responsabilidad estamos en una situación peligrosa que apuesta a una desarticulación de las fuerzas políticas (que ya comenzó) en torno a identidades ideológicas diferentes, que se van formando en el interior del país, todavía sin una vivencia clara y sin estructura política, pero que irá creciendo en la medida que los dueños del poder no solucionen sus conflictos.
La democracia es frágil en Paraguay, y así como se organizaron foros en el auditorio del Banco Central, (propiedad del Estado) con los candidatos de la derecha, discriminando a los de izquierda y algo nunca adquirido definitivamente, pues no existe “umbral de la democracia” que, una vez logrado, tenga garantizada para siempre su permanencia. Por tanto, se trata de una conquista que hay que defender constantemente.
En ausencia de formas democráticas verdaderamente movilizadoras de identificación, es innegable el poco éxito que encuentra, hasta el momento, el “sonido estridente” nacionalista y populista, pobre criatura impulsada por un mal aprendiz de Demóstenes, acompañado de «gestos fascios e camicie nere».
Al no existir oposición ante la opinión publica, ni contralor, estos modernos los fascistas están en condiciones de aparecer como dueños del fundamento de la sociedad y representantes de la totalidad.
Hannah Arendt (1906—1975), esta politóloga alemana judía, en su libro «Orígenes del totalitarismo (1951)”, tenía razón en insistir en que en la esfera política nos hallamos en el dominio de la opinión —de la doxa —, no en el de la verdad, y que cada esfera tiene sus criterios propios de validez y de legitimidad dentro del equilibrio de las instituciones que deben ser respetadas por mayorías y minorías.
Para Arendt “El totalitarismo es diferente por naturaleza de las otras formas de opresión política que conocemos, como el despotismo, la tiranía y la dictadura […] El régimen totalitario transforma siempre a las clases en masas, sustituye el sistema de partidos no en dictaduras de partido único, sino en un movimiento de masas, cede el poder a la policía y pone en práctica una política exterior que tiende abiertamente a la dominación del mundo”.
El régimen totalitario se basa en cuatro elementos: la exaltación de la figura del líder, el monopolio ideológico, el control de todos los medios de poder y de persuasión, y el sistema policial y de campos de concentración. Si le parece igual a lo que estamos viviendo, «Es pura coincidencia».